domingo, 20 de enero de 2013

CAPÍTULO 8

Bueno, antes que nada, quería aprovechar estas líneas para felicitar a una reciente seguidora :). Una persona especial, una gran campeona y sobre todo una gran amiga que hoy alcanza la mayoría de edad...jeje ¡FELICIDADES NEUS! espero que te guste mi regalo ;)

A todos los demás, muchas gracias por vuestro apoyo....por fin os traigo el capítulo 8, espero que os guste y ya sabéis, dejad vuestra opinión en los comentarios. ¡Gracias! ¡Un abrazo!





8



Confusión. Esa era la palabra que mejor definía mi estado en aquel 
momento. Mi mente era como un mar agitado, lleno de sonidos, ideas e imágenes que iban y venían sin ninguna razón, evitando que pudiera pensar con claridad. Continuaba en estado de “shock” después de lo ocurrido y el sonido de las sirenas de la ambulancia resonando en mi cabeza no me ayudaba a tranquilizarme. Los agentes de policía seguían preguntándome aunque, como ya he dicho no podía concentrarme en nada. A pesar de esto, escuchaba las palabras surgir de mi boca como si tuvieran vida propia, tratando de explicar lo ocurrido.
En aquel momento lo único que me apetecía era estar solo, pero 
entendía que los agentes no dejaran de preguntarme ya que no solo era el único testigo, también era sospechoso. Fue en el momento en que me preguntaron quien creía que podía haber sido, cuando todo empezó a cobrar sentido. Mi mar de dudas se calmó bruscamente, dejándome pensar de nuevo con claridad. Fue como despertar de un profundo letargo de confusión. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? ¡Había sido su padre!  Ese capullo había estado maltratando a su hija y a pesar de que lo había visto con mis propios ojos, lo había dejado pasar sin darle importancia. El odio empezaba a crecer en mi interior. ¡¿Cómo se atrevía ese canalla a hacerle daño a Sofía?! . Les conté todo esto a los policías, que apuntaron en su libreta. Pero entonces, también me di cuenta de que empezaba a entender las palabras que me había dicho Sofía, que ya resonaban en mi cabeza como un eco: “Lo siento, pero lo nuestro no puede funcionar, es por tu propio bien”
Ahora lo entendía todo. Sofía estaba tratando de protegerme de su 
padre. El sentimiento de culpabilidad empezó a reemplazar al odio. Sofía estaba herida probablemente por mi culpa. Los agentes me dieron las gracias y empezaron a andar hacia su coche. Al darme la vuelta, observé cómo estaban sacando a Sofía en una camilla entre varias personas. La llevaban rápidamente hacia la ambulancia. Quise acercarme, cogerla de la mano, estar a su lado, pero sobre todo pedirle disculpas por no haberme dado cuenta antes de lo que le estaba ocurriendo. Quise, pero al igual que el día del acantilado, no pude. Me quedé allí, de pie, odiándome a mí mismo, mientras la ambulancia desaparecía por el horizonte, dejándolo todo en silencio. Por fin, silencio, lo que necesitaba para ordenar mis pensamientos. Desgraciadamente no duró mucho. Vislumbré un coche que se acercaba rápidamente, enseguida lo reconocí. ¡Lo que faltaba! Mi madre bajo casi con el coche todavía en marcha y vino hacia mí a toda prisa, con cara de preocupación. Me abrazó muy fuertemente, dejándome casi sin respiración, y empezó a hacerme un auténtico interrogatorio. La verdad es que no recuerdo lo que me preguntó, solo sé que desconecté y empecé a caminar hacia el coche, sin hacer mucho caso a mi madre.
Al llegar a casa, sin hacer caso a nadie, subí directamente a mi 
habitación. Me senté en el lateral de la cama, mirando hacia la ventana. Había empezado a llover. Las gotas de lluvia resbalaban en la ventana, chocando entre ellas, siguiendo cada una su irregular camino. Del mismo modo, una lágrima resbaló por mi mejilla. En ese momento alguien llamó a la puerta. Era mi padre:
-Álex, sé cómo te sientes y que puede que prefieras estar solo 
pero…me gustaría hablar contigo…

- ¡Márchate! ¡No sabes nada! Además, no  quiero que me veas llorar…

Mi padre se acercó lentamente y se sentó a mi lado.

-No tienes  por qué avergonzarte. Al llorar solamente expresamos nuestros sentimientos, al igual que hacemos cuando reímos. No vas a ser menos hombre por eso. Lo único que demuestra es que eres una persona sensible, y créeme, esa es una cualidad que no todos tienen.

Miré a mi padre a los ojos. La verdad es que nunca había tenido 
ninguna conversación así con él.

-No quiero perderla papá…-dije mientras más lágrimas se deslizaban por mi cara.

-Lo sé hijo, pero ¿sabes?, llorando y culpabilizándote de lo ocurrido no vas a arreglar nada. En estos momentos, es cuando Sofía más necesita que estés a su lado…

-Pero papá, ya sabes que desde lo de la abuela…yo…los hospitales…

-En ese caso deberás pensar si vale la pena superar tus miedos por ella…- me dijo, seguido de un guiño -que descanses hijo.

-Gracias papá-le dije, y sin pensármelo dos veces lo abracé. La verdad es que lo pilló un poco por sorpresa, pero aun así, una sonrisa se dibujó en su cara. 
Mi padre salió de la habitación y yo me quedé tumbado en la cama, pensativo. Aquella conversación me había ayudado a tranquilizarme. Pensaba en las palabras que me había dicho mi padre. Lo tenía muy claro. Por Sofía, valía la pena eso y mucho más.