Hola a todos/as. Espero que estéis bien..yo algo ajetreado con el final del curso y el selectivo jeje..bueno....aquí os traigo un microrrelato que he escrito para un concurso...sé que es muy corto pero tenía que tener menos de 800 caracteres. Bueno..espero que os guste ;)
Cuando escuchamos la palabra "héroe" pensamos en personajes de libros,leyendas o películas. Personajes de ficción.Pero no quiero hablar de estos, sino de personas reales. Me gustaría hablar de toda esa gente que por diversas razones sufre y lo pasa mal y a pesarde ello siguen luchando por salir adelante. Esa gente que demuestra día a día su valentía, fuerza y valor en medio de las advesidades y que muchas veces pasa desapercibida o no sabemos apreciar. Por eso me gustaría dedicar estas palabras a todas esas personas dignas de admiración, para que nunca dejéis de luchar y recordéis que después de la tormenta siempre sale el sol y que todo esfuerzo tarde o temprano tiene su recompensa, pero sobre todo recordad que vosotros sois los verdaderos "héroes" y "heroínas".
sábado, 27 de abril de 2013
domingo, 20 de enero de 2013
CAPÍTULO 8
Bueno, antes que nada, quería aprovechar estas líneas para felicitar a una reciente seguidora :). Una persona especial, una gran campeona y sobre todo una gran amiga que hoy alcanza la mayoría de edad...jeje ¡FELICIDADES NEUS! espero que te guste mi regalo ;)
A todos los demás, muchas gracias por vuestro apoyo....por fin os traigo el capítulo 8, espero que os guste y ya sabéis, dejad vuestra opinión en los comentarios. ¡Gracias! ¡Un abrazo!
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A todos los demás, muchas gracias por vuestro apoyo....por fin os traigo el capítulo 8, espero que os guste y ya sabéis, dejad vuestra opinión en los comentarios. ¡Gracias! ¡Un abrazo!
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Confusión. Esa
era la palabra que mejor definía mi estado en aquel
momento. Mi mente era como
un mar agitado, lleno de sonidos, ideas e imágenes que iban y venían sin
ninguna razón, evitando que pudiera pensar con claridad. Continuaba en estado
de “shock” después de lo ocurrido y el sonido de las sirenas de la ambulancia
resonando en mi cabeza no me ayudaba a tranquilizarme. Los agentes de policía
seguían preguntándome aunque, como ya he dicho no podía concentrarme en nada. A
pesar de esto, escuchaba las palabras surgir de mi boca como si tuvieran vida
propia, tratando de explicar lo ocurrido.
En aquel
momento lo único que me apetecía era estar solo, pero
entendía que los agentes
no dejaran de preguntarme ya que no solo era el único testigo, también era
sospechoso. Fue en el momento en que me preguntaron quien creía que podía haber
sido, cuando todo empezó a cobrar sentido. Mi mar de dudas se calmó
bruscamente, dejándome pensar de nuevo con claridad. Fue como despertar de un
profundo letargo de confusión. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? ¡Había sido
su padre! Ese capullo había estado
maltratando a su hija y a pesar de que lo había visto con mis propios ojos, lo
había dejado pasar sin darle importancia. El odio empezaba a crecer en mi
interior. ¡¿Cómo se atrevía ese canalla a hacerle daño a Sofía?! . Les conté
todo esto a los policías, que apuntaron en su libreta. Pero entonces, también
me di cuenta de que empezaba a entender las palabras que me había dicho Sofía,
que ya resonaban en mi cabeza como un eco: “Lo siento, pero lo nuestro no puede
funcionar, es por tu propio bien”
Ahora lo
entendía todo. Sofía estaba tratando de protegerme de su
padre. El sentimiento
de culpabilidad empezó a reemplazar al odio. Sofía estaba herida probablemente
por mi culpa. Los agentes me dieron las gracias y empezaron a andar hacia su
coche. Al darme la vuelta, observé cómo estaban sacando a Sofía en una camilla
entre varias personas. La llevaban rápidamente hacia la ambulancia. Quise
acercarme, cogerla de la mano, estar a su lado, pero sobre todo pedirle
disculpas por no haberme dado cuenta antes de lo que le estaba ocurriendo.
Quise, pero al igual que el día del acantilado, no pude. Me quedé allí, de pie,
odiándome a mí mismo, mientras la ambulancia desaparecía por el horizonte,
dejándolo todo en silencio. Por fin, silencio, lo que necesitaba para ordenar
mis pensamientos. Desgraciadamente no duró mucho. Vislumbré un coche que se
acercaba rápidamente, enseguida lo reconocí. ¡Lo que faltaba! Mi madre bajo
casi con el coche todavía en marcha y vino hacia mí a toda prisa, con cara de
preocupación. Me abrazó muy fuertemente, dejándome casi sin respiración, y
empezó a hacerme un auténtico interrogatorio. La verdad es que no recuerdo lo
que me preguntó, solo sé que desconecté y empecé a caminar hacia el coche, sin
hacer mucho caso a mi madre.
Al llegar
a casa, sin hacer caso a nadie, subí directamente a mi
habitación. Me senté en
el lateral de la cama, mirando hacia la ventana. Había empezado a llover. Las
gotas de lluvia resbalaban en la ventana, chocando entre ellas, siguiendo cada
una su irregular camino. Del mismo modo, una lágrima resbaló por mi mejilla. En
ese momento alguien llamó a la puerta. Era mi padre:
-Álex, sé
cómo te sientes y que puede que prefieras estar solo
pero…me gustaría hablar
contigo…
-
¡Márchate! ¡No sabes nada! Además, no
quiero que me veas llorar…
Mi padre
se acercó lentamente y se sentó a mi lado.
-No
tienes por qué avergonzarte. Al llorar
solamente expresamos nuestros sentimientos, al igual que hacemos cuando reímos.
No vas a ser menos hombre por eso. Lo único que demuestra es que eres una
persona sensible, y créeme, esa es una cualidad que no todos tienen.
Miré a mi
padre a los ojos. La verdad es que nunca había tenido
ninguna conversación así
con él.
-No
quiero perderla papá…-dije mientras más lágrimas se deslizaban por mi cara.
-Lo sé
hijo, pero ¿sabes?, llorando y culpabilizándote de lo ocurrido no vas a
arreglar nada. En estos momentos, es cuando Sofía más necesita que estés a su
lado…
-Pero
papá, ya sabes que desde lo de la abuela…yo…los hospitales…
-En ese
caso deberás pensar si vale la pena superar tus miedos por ella…- me dijo,
seguido de un guiño -que
descanses hijo.
-Gracias
papá-le dije, y sin pensármelo dos veces lo abracé. La verdad es que lo pilló
un poco por sorpresa, pero aun así, una sonrisa se dibujó en su cara.
Mi padre
salió de la habitación y yo me quedé tumbado en la cama, pensativo. Aquella conversación
me había ayudado a tranquilizarme. Pensaba en las palabras que me había dicho
mi padre. Lo tenía muy claro. Por Sofía, valía la pena eso y mucho más.
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